Om Rimisurdos
"Unos amigos y una pasión en común. En medio de ello, surge, entre broma y broma (cuando la verdad se asoma), una idea, una vieja idea: los versos de siempre, los que uno escribe en sus primeras cuitas de amor, los que son "listas del mandado" (tal como dijera Jaime Augusto Shelley, muchos años después). Esos versos que no son versos, pero sà lo son. Poemas que no buscan la gloria, sino sólo decir algo, por burdo o elevado que esto sea. "Poemas" que basan toda su justificación en la rima, que quieren rimar; rimar a toda cosa, rimar cada verso, aunque la Academia de Poetas Consagrados jure y perjure que esos no son poemas, pues atienden más a la forma que al contenido, más a la rima que a la cohesión, más a lo caótico que a la unidad sintáctica. Esos son los Rimisurdos (Rima + absurdo). Una técnica empleada milenariamente por el joven enamorado, por el poeta de bolsillo, por el aprendiz, por el neófito, por el humorista (Margarito Ledesma), por el escritor consumado (Fernando del Paso[1]) y hasta por el pseudo-poeta (Ricardo Arjona). Es una técnica despreciada y minimizada por el poeta-intelectual-formal, por el mamerto. Una técnica inconsciente a la que hoy le tratamos de restituir su valor, su importancia. Tal vez entre un aura burlesca e irónica, pero también entre fiestas y danzas dionisiacas, un banquete apoteósico del juego".
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