Om La Inquilina de Wildfell Hall
La última vez que nos vimos, me obsequiaste con un relato muy interesante y pormenorizado de los acontecimientos más notables de tu vida, ocurridos con anterioridad a nuestro primer encuentro; y a continuación me pediste a cambio parecidas confidencias. No encontrándome en aquel momento en un estado de ánimo propicio para la narración, decliné hacerlo, con la excusa de no tener nada especial que contar, y otras parecidas que fueron consideradas totalmente inadmisibles por tu parte; porque aunque cambiaste de inmediato de conversación, lo hiciste con el aire de un hombre que no se queja pero está profundamente dolido y tu semblante se cubrió con una nube que lo oscureció hasta el final de nuestra charla, y, por lo que sé, lo sigue oscureciendo; porque tus cartas se han distinguido desde entonces por una cierta rigidez y reserva dignas y al mismo tiempo semimelancólicas, que me habrían afectado seriamente si mi conciencia me hubiera acusado de merecerlas.
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