Om EL BURLADOR DE SEVILLA
ISABELA: Duque Octavio, por aquí podrás salir más seguro.
JUAN: Duquesa, de nuevo os juro de cumplir el dulce sí.
ISABELA: Mis glorias serán verdades promesas y ofrecimientos, regalos y cumplimientos, voluntades y amistades.
JUAN: Sí, mi bien.
ISABELA: Quiero sacar una luz.
JUAN: ¿Pues, para qué?
ISABELA: Para que el alma dé fe del bien que llego a gozar.
JUAN: Mataréte la luz yo.
ISABELA: ¡Ah, cielo! ¿Quién eres, hombre?
JUAN: ¿Quién soy? Un hombre sin nombre.
ISABELA: ¿Que no eres el duque?
JUAN: No. ISABELA: ¡Ah de palacio!
JUAN: Detente. Dame, duquesa, la mano.
ISABELA: No me detengas, villano. ¡Ah del rey! ¡Soldados, gente! Sale el REY de Nápoles, con una vela en un candelero
REY: ¿Qué es esto?
ISABELA: ¡El rey! ¡Ay, triste,
REY: ¿Quién eres?
JUAN: ¿Quién ha de ser? Un hombre y una mujer.
REY: Esto en prudencia consiste. Aparte ¡Ah de mi guarda! Prendé
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