av Henry David Thoreau
399,-
Cuando escribí las páginas que siguen, o más bien la mayoría de ellas, vivía solo en los bosques, a una milla del vecino más próximo, en una cabaña que construí yo mismo junto a la orilla de la laguna de Walden, en Concord, Massachusetts, al tiempo que me ganaba el sustento con la labor de mis manos. Allí viví dos años y dos meses. Heme aquí de nuevo en la civilización. No impondría mis cosas a la atención de los lectores de no haber sido por las pesquisas, que algunos considerarán impertinentes, y yo no, dadas las circunstancias, llevadas a cabo por mis conciudadanos en cuanto a mi modo de vida. Algunos querían saber qué comía; otros, si me sentía solo, si tenía miedo y cosas parecidas. Los ha habido interesados en averiguar qué parte de mis ingresos dedicaba a fines benéficos; otros, que, dotados de abundante familia, deseaban conocer el número de niños pobres a mi cargo. Me excuso, pues, ante aquellos lectores poco interesados en mi persona, por tratar de dar respuesta a alguna de estas preguntas en las páginas que siguen. En la mayoría de libros, el yo o primera persona es omitido; en éste se conserva; en cuanto a egoísmo, esa es la principal diferencia. Es corriente olvidarse de que, a fin de cuentas, es siempre la primera persona la que habla. Y yo no diría tanto de mí si hubiera quien me conociera mejor. Desgraciadamente, me veo reducido a este tema por la parvedad de mi experiencia. Más aun, por mi parte requiero de cada escritor, primero o último, un sencillo y sincero relato de su vida, y no tan sólo lo que ha oído de la de otros; algo así como lo que participaría a los suyos desde tierras lejanas; pues, si ha vivido sinceramente, debe haber sido en un lugar alejado de aquí.