av Horacio Quiroga
169,-
Relatos de Horacio Quiroga Fragmento de la obraManual del perfecto cuentistaUna larga frecuentacin de personas dedicadas entre nosotros a escribir cuentos, y alguna experiencia personal al respecto, me han sugerido ms de una vez la sospecha de si no hay, en el arte de escribir cuentos, algunos trucos de oficio, algunas recetas de cmodo uso y efecto seguro, y si no podran ellos ser formulados para pasatiempo de las muchas personas cuyas ocupaciones serias no les permiten perfeccionarse en una profesin mal retribuida por lo general y no siempre bien vista. Esta frecuentacin de los cuentistas, los comentarios odos, el haber sido confidente de sus luchas, inquietudes y desesperanzas, han trado a mi nimo la conviccin de que, salvo contadas excepciones en que un cuento sale bien sin recurso alguno, todos los restantes se realizan por medio de recetas o trucos de procedimiento al alcance de todos, siempre, claro est, que se conozcan su ubicacin y su fin. Varios amigos me han alentado a emprender este trabajo, que podramos llamar de divulgacin literaria, si lo de literario no fuera un trmino muy avanzado para una anagnosia elemental. Un da, pues, emprender esta obra altruista, por cualquiera de sus lados, y piadosa, desde otros puntos de vista. Hoy apuntar algunos de los trucos que me han parecido hallarse ms a flor de ojo. Hubiera sido mi deseo citar los cuentos nacionales cuyos prrafos extracto ms adelante. Otra vez ser. Contentmonos por ahora con exponer tres o cuatro recetas de las ms usuales y seguras, convencidos de que ellas facilitarn la prctica cmoda y casera de lo que se ha venido a llamar el ms difcil de los gneros literarios. Comenzaremos por el final. Me he convencido de que, del mismo modo que en el soneto, el cuento empieza por el fin. Nada en el mundo parecera ms fcil que hallar la frase final para una historia que, precisamente, acaba de concluir. Nada, sin embargo, es ms difcil. Encontr una vez a un amigo mo, excelente cuentista, llorando, de codos sobre un cuento que no poda terminar. Faltbale solo la frase final. Pero no la vea, sollozaba, sin lograr verla as tampoco. He observado que el llanto sirve por lo general en literatura para vivir el cuento, al modo ruso; pero no para escribirlo. Podra asegurarse a ojos cerrados que toda historia que hace sollozar a su autor al escribirla, admite matemticamente esta frase final:"e;Estaba muerta!"e;