av Moncure Daniel Conway
479,-
Tres frailes, dice una leyenda, se escondieron cerca de las orgías del sábado de brujas para poder contar los demonios; pero el jefe de éstos, descubriendo a los frailes, dijo: 'Reverendos hermanos, nuestro ejército es tal que si todos los Alpes, sus rocas y glaciares, estuvieran divididos por igual entre nosotros, ninguno tendría el peso de una libra'. Esto fue en un valle alpino. Cualquiera que haya vislumbrado la Noche de Walpurgis del mundo, como se revela en Mythology and Folklore, debe estar de acuerdo en que este cortés diablo no exageró el caso. Cualquier intento de catalogar los espectros malignos que han perseguido a la humanidad sería como tratar de contar las sombras que el sol naciente arroja sobre la tierra. Esta convicción ha crecido en el autor de este trabajo en cada paso de sus estudios sobre el tema. En 1859 aporté, como uno de los 'Tracts for the Times' estadounidenses, un folleto titulado 'La historia natural del diablo'. Probablemente el principal valor de ese ensayo fue para mí, y esto en que su preparación me había revelado cuán lleno de interés e importancia estaba el tema seleccionado. Investigaciones posteriores en la misma dirección, después de haber venido a residir en Europa, revelaron cuán débil había sido mi concepción de la inmensidad del dominio sobre el cual se hizo esa primera aventura. En 1872, mientras preparaba una serie de conferencias para la Royal Institution on Demonology, me pareció que lo mejor que podía hacer era imprimir esas conferencias con algunas notas y adiciones; pero después de que fueron entregados, todavía me quedaba sin usar la mayor parte de los materiales recolectados en muchos países. La fábula del intento de Thor de beber un pequeño manantial, y su fracaso porque fue alimentado por el océano, parece estar dirigida a esfuerzos como el mío. Pero hay otro aspecto del caso que me ha dado más ánimo. Estos huéspedes fantasmas, aunque inmanejables en cuanto a número, cuando se examinan de cerca, presentan comparativamente pocos tipos; se unen por cientos; de estar abrumado al principio por su multiplicidad, el clasificador se encuentra finalmente hurgando en los arbustos para comenzar una nueva variedad. En torno a una sola forma -la fisonomía, puede ser, del Hambre o de la Enfermedad, de la Lujuria o de la Crueldad-, la imaginación ignorante ha fragmentado la naturaleza en innumerables fragmentos que, como espejos de diversas superficies, la reflejan en infinitos tamaños y distorsiones; pero se desvanecen si se retira ese hecho central. Al tratar de conquistar, por así decirlo, estos monstruos imaginarios, a veces se pululaban y farfullaban a mi alrededor en una loca comedia que disfrazaba su trágico dominio sobre aquellos que creían en su realidad. Las gárgolas extendían su sonrisa sobre la mejor arquitectura, las cornisas se enroscaban en serpientes, las mismas palabras de los oradores salían de su sentido convencional y se convertían en imágenes que atraían mi atención. Mis esfinges fueron colocadas sólo cuando se dieron las soluciones que yo creía correctas a sus problemas; pero a través de esta experiencia psicológica parecía que cuando uno estaba así puesto, su legión también desaparecía. Hace mucho que esos fantasmas dejaron de acosar mis nervios, porque descubrí su irrealidad; Ahora me aventuro a creer que sus formas mitológicas dejan de rondar mis estudios, porque he descubierto su realidad. ¿Por qué matar a los muertos? Tal puede ser la pregunta que surgirá en la mente de muchos que vean este libro.