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  • av Jules Verne
    265,-

    Llegué a Liverpool el 18 marzo de 1867. El Great Eastern debía zarpar a los pocos días para Nueva York, y acababa de tomar pasaje a su bordo. Viaje de aficionado, ni más ni menos. Me entusiasmaba la idea de atravesar el Atlántico sobre aquel gigantesco barco. Contaba con visitar el norte de América, pero esto era sólo accesorio. El Great Eastern ante todo; el país celebrado por Cooper, después. En efecto, el buque de vapor a que me refiero es una obra maestra de arquitectura naval. Es más que un barco, es una ciudad flotante, un pedazo de condado desprendido del suelo inglés y que, después, de haber atravesado el mar, debía soldarse al continente americano. Me figuraba aquella masa enorme arrastrada sobre las olas, su lucha con los vientos a quienes desafía, su audacia ante el importante mar, su indiferencia a las expresadas olas, su estabilidad en medio del elemento que sacude, como si fueran botes, los Wario y los Sollerino. Pero mi imaginación se quedó corta. Durante mi travesía, vi todas estas cosas y otras muchas que no son del dominio marítimo. Siendo el Great Eastern no sólo una máquina náutica, sino un microscopio, pues lleva un mundo consigo, nada tiene de extraño que en él se encuentren, como en otro teatro más vasto, todos los instintos, todas las pasiones, todo el ridículo de los hombres.

  • av Jules Verne
    335 - 385,-

  • av Jules Verne
    329,-

    ¿¡Se vende isla al contado, sin gastos, al último y mejor postor!¿, repetía una y otra vez, sin tomar aliento, Dean Felporg, comisario tasador de la subasta en que se debatían las condiciones de esta venta singular. ¿¡Isla en venta, isla en venta!¿, repetía con voz más y más sonora el pregonero Gingrass, que iba y venía por entre una multitud en verdad excitadísima. Multitud, efectivamente, que se apretaba en la vasta sala del hotel de ventas del número 10 de la calle Sacramento. Allí había no sólo cierto número de americanos de los estados de California, Oregón y Utah, sino también algunos de esos franceses que forman una buena sexta parte de la población, mejicanos envueltos en su sarape, chinos con sus túnicas de largas mangas, zapatos en punta y gorro cónico, canacos de Oceanía e incluso pies-negros, vientres abultados, o cabezas-planas procedentes de las riberas del río Trinidad. Nos apresuramos a decir que la escena tenía lugar en la capital del estado californiano, en San Francisco, pero no en la época en que la explotación de nuevos placeres atraía a los buscadores de oro de ambos mundos, de 1849 a 1852. San Francisco ya no era lo que había sido al principio, un caravasar, un desembarcadero, una posada en que se detenían por una noche los atareados que se apresuraban hacia los terrenos auríferos de la vertiente occidental de la Sierra Nevada. ¡No! Desde hacía unos veinte años, la antigua y desconocida Yerba-Buena había dado lugar a una ciudad única en su género, poblada por cien mil habitantes, construida al respaldo de dos colinas por haberle faltado sitio en la playa del litoral, pero del todo dispuesta a extenderse hasta las últimas alturas de lo más lejano; una ciudad, en fin, que ha destronado a Lima, Santiago, Valparaíso, todas sus otras rivales del Oeste, de la que los americanos han hecho la reina del Pacífico, la ¿gloria de la costa occidental¿.

  • av Jules Verne
    329,-

  • av Jules Verne
    329,-

  • av Jules Verne
    335

    Michael Strogoff; Or, The Courier of the Czar, has been considered important throughout human history. In an effort to ensure that this work is never lost, we have taken steps to secure its preservation by republishing this book in a modern format for both current and future generations. This complete book has been retyped, redesigned, and reformatted. Since these books are not scans of the authors' original publications, the text is readable and clear.

  • av Jules Verne
    329,-

  • av Jules Verne
    265,-

    ¿ ¿Y el Congo americano? ¿inquirió Max Huber¿. ¿Acaso no falta agregar un Congo americano? ¿ ¿Para qué, mi querido Max?¿ le contestó John Cort¿. ¿Acaso nos faltan grandes extensiones en los Estados Unidos? ¿Qué necesidad hay de colonizar tierras en otros continentes cuando aún tenemos centenares de miles de kilómetros cuadrados de territorio virgen entre Alaska y Texas? ¿ ¡Pero si las cosas continúan así, las naciones europeas terminarán por repartirse África y nada quedará para tus compatriotas! ¿Ni los norteamericanos ni los rusos tienen nada que hacer en el Continente Negro ¿repuso John Cort con acento terminante. ¿ ¿Pero por qué? ¿Porque es inútil fatigarse caminando en busca de lo que se tiene al alcance de la manö ¿ ¡Bah! Ya verás, querido amigo. El Gobierno Federal de los Estados Unidos reclamará uno de estos días su parte en el postre africano. Si hay un Congo francés, otro belga, y otro alemán, hay un Congo independiente que sólo espera la oportunidad de dejar de serlo. Y a esto cabe agregar la enorme extensión sin explorar que llevamos ya tres meses recorriendö ¿Explorando como curiosos y no como conquistadores, Max.

  • av Jules Verne
    335

  • av Jules Verne
    915 - 1 205,-

  • av Jules Verne
    635 - 915

  • av Jules Verne
    329,-

    El sol iba a desaparecer detrás de las colinas que limitaban el horizonte hacia el oeste. El tiempo era hermoso. Por el lado opuesto, algunas nubecillas reflejaban los últimos rayos, que no tardarían en extinguirse en las sombras del crepúsculo, de bastante duración en el grado 55 del hemisferio austral. En el momento que el disco solar mostraba solamente su parte superior, un cañonazo resonó a bordo del ¿avisö Santa Fe, y el pabellón de la República Argentina flameó. En el mismo instante resplandecía una vivísima luz en la cúspide del faro construido a un tiro de fusil de la bahía de Elgor, en la que el Santa Fe había fondeado. Dos de los torreros del faro, los obreros agrupados en la playa, la tripulación reunida en la proa del barco, saludaron con grandes aclamaciones la primera luz encendida en aquella costa lejana. Otros dos cañonazos siguieron al primero, repercutidos por los ruidosos ecos de los alrededores. La bandera fue luego arriada, según el reglamento de los barcos de guerra, y el silencio se hizo en aquella Isla de los Estados, situada en el punto de concurrencia del Atlántico con el Pacifico.

  • av Jules Verne
    329,-

  • av Jules Verne
    265,-

  • av Jules Verne
    379,-

    P'tit-bonhomme, a été considérée comme importante tout au long de l'histoire de l'humanité. Dans un effort pour s'assurer que ce travail ne soit jamais perdu, nous avons pris des mesures pour assurer sa préservation en republiant ce livre dans un format moderne pour les générations actuelles et futures. Ce livre complet a été retapé, remanié et reformaté. Comme ces livres ne sont pas des scans des publications originales des auteurs, le texte est lisible et clair.

  • av Jules Verne
    335

    Le Tour du monde en quatre-vingts jours, a été considérée comme importante tout au long de l'histoire de l'humanité. Dans un effort pour s'assurer que ce travail ne soit jamais perdu, nous avons pris des mesures pour assurer sa préservation en republiant ce livre dans un format moderne pour les générations actuelles et futures. Ce livre complet a été retapé, remanié et reformaté. Comme ces livres ne sont pas des scans des publications originales des auteurs, le texte est lisible et clair.

  • av Jules Verne
    265,-

  • av Jules Verne
    329,-

    Durante la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, se estableció en Baltimore, ciudad del Estado de Maryland, una nueva sociedad de mucha influencia. Conocida es la energía con que el instinto militar se desenvolvió en aquel pueblo de armadores, mercaderes y fabricantes. Simples comerciantes y tenderos abandonaron su despacho y su mostrador para improvisarse capitanes, coroneles y hasta generales sin haber visto las aulas de West Point, y no tardaron en rivalizar dignamente en el arte de la guerra con sus colegas del antiguo continente, alcanzando victorias, lo mismo que éstos, a fuerza de prodigar balas, millones y hombres. Pero en lo que principalmente los americanos aventajaron a los europeos, fue en la ciencia de la balística, y no porque sus armas hubiesen llegado a un grado más alto de perfección, sino porque se les dieron dimensiones desusadas y con ellas un alcance desconocido hasta entonces. Respecto a tiros rasantes, directos, parabólicos, oblicuos y de rebote, nada tenían que envidiarles los ingleses, franceses y prusianos, pero los cañones de éstos, los obuses y los morteros, no son más que simples pistolas de bolsillo comparados con las formidables máquinas de artillería norteamericana. No es extraño. Los yanquis no tienen rivales en el mundo como mecánicos, y nacen ingenieros como los italianos nacen músicos y los alemanes metafísicos. Era, además, natural que aplicasen a la ciencia de la balística su natural ingenio y su característica audacia. Así se explican aquellos cañones gigantescos, mucho menos útiles que las máquinas de coser, pero no menos admirables y mucho más admirados. Conocidas son en este género las maravillas de Parrot, de Dahlgreen y de Rodman. Los Armstrong, los Pallisier y los Treuille de Beaulieu tuvieron que reconocer su inferioridad delante de sus rivales ultramarinos. Así pues, durante la terrible lucha entre nordistas y sudistas, los artilleros figuraron en primera línea. Los periódicos de la Unión celebraron con entusiasmo sus inventos, y no hubo ningún hortera, por insignificante que fuese, ni ningún cándido bobalicón que no se devanase día y noche los sesos calculando trayectorias desatinadas.

  • av Jules Verne
    245

    Embark on a thrilling journey through the mesmerizing depths of the ocean with Jules Verne's Twenty Thousand Leagues Under the Sea, a timeless science fiction classic that has captivated readers for generations. This imaginative tale of exploration and adventure takes you deep into the uncharted world beneath the waves, as it follows the enigmatic Captain Nemo and his incredible submarine, the Nautilus.Join Professor Pierre Aronnax, his loyal assistant Conseil, and the skilled harpooner Ned Land as they are taken captive aboard the Nautilus and whisked away on a breathtaking journey beneath the oceans. Marvel at the astonishing discoveries and wonders they encounter, as they traverse the depths of the sea and uncover its many secrets. Through vivid descriptions and unforgettable characters, Verne weaves a captivating story that has inspired countless adaptations and sparked the imaginations of readers for over a century.Twenty Thousand Leagues Under the Sea is an indispensable addition to any science fiction or classic literature collection, perfect for readers of all ages. Experience the awe and wonder of this epic journey and let the Nautilus transport you to a world of mystery, discovery, and adventure.

  • av Jules Verne
    269,-

    Verne's 1865 tale of a trip to the moon is (as you'd expect from Verne) great fun, even if bits of it now seem, in retrospect, a little strange. Our rocket ship gets shot out of a cannon? To the moon? Goodness! But in other ways it's full of eerie bits of business that turned out to be very near reality: he had the cost, when you adjust for inflation, almost exactly right. There are other similarities, too. Verne's cannon was named the Columbiad; the Apollo 11 command module was named Columbia. Apollo 11 had a three-person crew, just as Verne's did; and both blasted off from the American state of Florida. Even the return to earth happened in more-or-less the same place. Coincidence -- or fact!? We say you'll have to read this story yourself to judge.

  • av Jules Verne
    269,-

    Five Weeks in a Balloon, or, A Journey of Discovery by Three Englishmen in Africa is an adventure novel by Jules Verne, published in 1863. Initially published in 1863, Five Weeks in a Balloon was the first novel in what would become the author's "Extraordinary Voyages" series. It tells the tale of a 4,000-mile balloon trip over the mysterious continent of Africa, a trip that wouldn't actually take place until well into the next century. Five Weeks in a Balloon is a 1962 American adventure film loosely based on the 1863 novel of the same name by Jules Verne filmed in CinemaScope. Balloonist Don Piccard acted as the film's technical advisor.

  • av Jules Verne
    385,-

    En aquella época, 1885, cuarenta y seis años después de haber sido ocupada por Gran Bretaña, que hizo de ella una dependencia de Nueva Gales del sur, a los treinta y dos años de haber conquistado su autonomía, Nueva Zelanda se sentía devorada aún por la fiebre endémica del oro. Los desórdenes que engendró aquella fiebre no fueron tan destructores como en ciertas provincias del continente australiano. Sin embargo, hubo que lamentar algunas turbulencias que conmovieron el espíritu de la población de ambas islas. La provincia de Otago, que comprende la parte meridional de Tawaï-Pounamou, fue invadida por los buscadores de oro. Los yacimientos de Dutha atrajeron un gran número de aventureros. Para dar cuenta del febril movimiento minero de Nueva Zelanda, bastará decir que las extracciones auríferas desde 1814 a 1889 produjeron un rendimiento de 1200 millones de dólares. No solamente los australianos y los chinos caían sobre los ricos territorios como bandadas de aves de rapiña; también los americanos y los europeos abundaban. ¿Se extrañará alguien de que las tripulaciones de los barcos mercantes que hacían sus escalas en Auckland, Wellington, Christchurch, Napier, Invercargill y Dunedin no pudieran sustraerse a esta atracción desde su llegada al puerto?¿

  • av Jules Verne
    385,-

    ¿Señor, un nuevo mensaje. ¿¿De dónde viene? ¿De Tomsk. ¿¿Está cortada la comunicación más allá de esta ciudad? ¿Sí, señor; desde ayer.¿General, envíe un mensaje cada hora a Tomsk para que me tengan al corriente de cuanto ocurra.¿A sus órdenes, señor ¿respondió el general Kissoff.Este diálogo tenía lugar a las dos de la madrugada, cuando la fiesta que se celebraba en el Palacio Nuevo estaba en todo su esplendor. Durante aquella velada, las bandas de los regimientos de Preobrajensky y de Paulowsky no habían cesado de interpretar sus polcas, mazurcas, chotis y valses escogidos entre lo mejor de sus repertorios. Las parejas de bailadores se multiplicaban hasta el infinito a través de los espléndidos salones de Palacio, construido a poca distancia de la «Vieja casa de Piedra», donde tantos dramas terribles se habían desarrollado en otros tiempos y cuyos ecos parecían haber despertado aquella noche para servir de tema a los corrillos.

  • av Jules Verne
    385,-

    Nadie, sin duda, prestará fe a esta narración, titulada La esfinge de los hielos. No importa. En mi opinión, conviene que vea la luz pública. Cada cual es libre de prestarla o no crédito. Difícil sería, tratándose del comienzo de estas maravillosas y terribles aventuras, imaginar lugar más apropiado que las islas de la Desolación, nombre que les fue dado en 1779 por el capitán Cook. Después de lo que he visto durante mi estancia en ellas en 1809, puedo asegurar que merecen el lamentable calificativo dado por el célebre navegante inglés. Con decir islas de la Desolación, todo está dicho. Sé que en la nomenclatura geográfica se las conoce con el nombre de Kerguelen, generalmente adoptado para este grupo, comprendido en el 49° 54' de latitud S y 69° 6' de longitud E, nombre que se justifica por el hecho de que en el año 1772, el barón francés Kerguelen fue el primero que señaló estas islas en la parte meridional del Océano índico. Lo cierto es que el jefe de la escuadra había creído descubrir un continente nuevo, en el límite de los mares antárticos, y en el curso de una segunda expedición preciso le fue reconocer su error. No había allí más que un archipiélago. Pero créaseme: islas de la Desolación es el único nombre que conviene a este grupo de trescientas islas o islotes, perdido en medio de aquellas inmensas soledades oceánicas, turbadas casi continuamente por las grandes tempestades australes.

  • av Jules Verne
    445

    El Pilgrim era uno de los más pequeños, aunque uno de los mejores barcos de la flotilla que James W. Weldon enviaba, todas las estaciones, unas veces hasta más allá del estrecho de Behring, por los mares boreales, y otras a los parajes de Tasmania o del cabo de Hornos, hasta el océano Antártico. Navegaba muy bien. Su aparejo, muy manejable, le permitía aventurarse con pocos hombres por entre los impenetrables bloques de hielo del hemisferio austral. El capitán Hull sabía desenvolverse, como dicen los marinos, en medio de aquellos hielos que, durante el verano, derivan hacia Nueva Zelanda o hacia el cabo de Buena Esperanza, llegando a una latitud más baja que la que alcanzan en los mares septentrionales del globo. Verdad es que allí no se trataba más que de unos icebergs de pequeñas dimensiones, ya desgastados por los choques y roídos por las aguas termales, y cuyo mayor número va a fundirse en el Pacífico o en el Atlántico.

  • av Jules Verne
    265,-

    El dorado disco del sol habíase ocultado tras los elevados picos de las cordilleras; pero a través del transparente velo nocturno en que se envolvía el hermoso cielo peruano, brillaba cierta luminosidad que permitía distinguir claramente los objetos. Era la hora en que el viento bienhechor, que soplaba fuera de las viviendas, permitía vivir a la europea, y los habitantes de Lima, envueltos en sus ligeros abrigos y conversando seriamente de los más fútiles asuntos, recorrían las calles de la población. Había, pues, gran movimiento en la plaza Mayor, ese foro de la antigua Ciudad de los Reyes. Los artesanos disfrutaban de la frescura de la tarde, descansando de sus trabajos diarios, y los vendedores circulaban entre la muchedumbre, pregonando a grandes voces la excelencia de sus mercancías. Las mujeres, con el rostro cuidadosamente oculto bajo la toca, circulaban alrededor de los grupos de fumadores. Algunas señoras en traje de baile, y con su abundante cabello recogido con flores naturales, se paseaban gravemente en sus carretelas. Los indios pasaban sin levantar los ojos del suelo, no creyéndose dignos de mirar a las personas, pero conteniendo en silencio la envidia que los consumía. Los mestizos, relegados como los indios a las últimas capas sociales, exteriorizaban su descontento más ruidosamente.

  • av Jules Verne
    445

    Antes de emprender el relato de las grandes expediciones del siglo XVIII, debemos señalar los inmensos progresos realizados por las ciencias durante este periodo, progresos que rectificaron una multitud de errores consagrados y que dieron una base a las tareas de los astrónomos y de los geógrafos. Para no hablar más que del objeto que nos ocupa, diremos que estos progresos modificaron radicalmente la cartografía y dieron a la navegación una seguridad desconocida hasta entonces. Aunque Galileo ya en 1610 había observado los eclipses de los satélites de Júpiter, la indiferencia de los gobiernos, la falta de instrumentos de suficiente alcance y los errores cometidos por los discípulos del gran astrónomo italiano habían esterilizado este importante descubrimiento. En 1668 Juan Domingo Cassini había publicado sus Tablas de los satélites de Júpiter, obra que indujo a Colbert a llamarle a París al año siguiente y a darle la dirección del observatorio.

  • av Jules Verne
    489,-

    El 26 de julio de 1864, un hermoso yate, el Duncan, avanzaba a todo vapor por el canal del norte; un fresco viento del noroeste favorecía su marcha. En el tope del trinquete flameaba la bandera de Inglaterra y un poco más atrás, sobre el palo mayor, se agitaba un gallardete azul que mostraba una dorada corona ducal y las iniciales E.G. Lord Glenarvan, uno de los dieciséis pares escoceses de la cámara alta y el socio más distinguido del Royal Thames Yacht Club, propietario del Duncan, se hallaba a bordo junto a su joven esposa, lady Elena, y su primo, el mayor Mac Nabbs. El Duncan realizaba su primer viaje de prueba por las aguas próximas al golfo de Clyde, cuando ya maniobraba para regresar a Glasgow el vigía señaló un enorme pez que seguía el curso del buque. Esta novedad fue comunicada por el capitán, John Mangles, a lord Edward, quien subió a cubierta en compañía de su primo para enterarse mejor de lo que ocurría.

  • av Jules Verne
    445

    'Twenty Thousand Leagues Under The Sea' by French writer Jules Verne is a science fiction and adventure novel. It was initially serialized from March 1869 through June 1870. After its publication, the book was regarded as a premier novel in the friction and science world and was also quoted as one of the greatest works by Verne.

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