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Minnen

Här finner du memoarer och berättelser från andra människors liv, viktiga lärdomar och goda råd. Vårt urval av böcker om dessa minnen är en samling resor som vi människor tar genom livet. Det handlar om hur sådana resor påverkar oss och vad vi kan göra för att uppleva mer frihet. Böckerna är otroligt innehållsrika med helt olika kulturella bakgrunder, och de kan ge dig inblick i sällsynta resor som många måste ha tur för att få uppleva.
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  • av Jose Maria de Pereda
    265 - 385,-

  • av Franz Kafka
    265,-

  • av Rosemary Gray
    145 - 159,-

    London: An Illustrated Literary Companion, compiled by Rosemary Gray, captures the varying moods of the great city over recent centuries, through diary entries, with quotations, poems, essays and extracts from great works written in its honour. It is beautifully illustrated with drawings and engravings from distinguished artists, including Gustave Dore, George Cruikshank, James McNeill Whistler and Hugh Thomson, and contains contemporary prints and photographs.Designed to appeal to the booklover, the Macmillan Collector's Library is a series of beautiful gift editions of much loved classic titles. Macmillan Collector's Library are books to love and treasure.

  • av Rita Rodríguez Varela
    559,-

    Viaje de una mujer a Spitzberg es una interesante novela de viajes escrita por Léonie d¿Aunet. Narrada a través de nueve cartas dirigidas a su hermano encontramos un emocionante trayecto por los países del norte de Europa, vistos a través de los ojos de una curiosa y cultivada mujer del siglo XIX. Las grandes colecciones artísticas, la moda, la concepción del espacio urbano, las relaciones familiares, los medios de transporte, las relaciones entre clases sociales o las condiciones laborales de los mineros son algunos de los aspectos en los que profundiza la autora. Este estudio y traducción es un intento de recuperar la memoria de una escritora que gozó de gran éxito literario en su época, como atestiguan las múltiples reediciones de sus novelas, piezas de teatro y libros de viajes, pero que fue olvidada por la historia.

  • av Wilkie Collins
    265,-

    Hace algunos años, se contrató a un cantero para efectuar unos arreglos en la iglesia de Stratford-upon-Avon. Mientras se ocupaba de estas reparaciones, el cantero se las arregló ¿sin levantar sospechas, pensaba él¿ para fabricar un molde del busto de Shakespeare. Sin embargo, se descubrió lo que había hecho e, inmediatamente, las autoridades, encargadas de la custodia del busto original, lo amenazaron con penas y sanciones legales muy severas, aunque no especificaron de qué delito se le acusaba. El pobre hombre estaba tan asustado por las amenazas que rápidamente empaquetó sus herramientas y, cogiendo el molde, se marchó de Stratford. Después, el cantero expuso su caso a personas con capacidad para aconsejarle, quienes le dijeron que no debía temer ningún castigo y que, si consideraba que podría venderlos, hiciera tantos moldes del busto como quisiera y los pusiera a la venta en cualquier lugar. El cantero siguió el consejo, realizó cuidadosamente sus reproducciones del busto en bloques de mármol negro y vendió un gran número de ellas no solo en Inglaterra, sino también en América. Debe añadirse que este cantero había destacado siempre por su extraordinaria veneración a Shakespeare, que llevó a tal extremo que llegó a asegurar al amigo ¿de quien luego recibí esta información¿ que él, que era viudo, ¡se habría vuelto a casar solo si hubiera conocido a una mujer que fuera descendiente directa de William Shakespeare!

  • av Juan Ruiz de Alarcon
    265,-

    Donde estamos? que castillo y que torres son aquellas? Esse lugar es Melilla, las torres su fortaleza. Porque me engañas, traydor? a Fez dizes que me lleuas, y a Melilla me has traydo, que es de Christianos frontera? Perdida soy; ay de mi; porque enemigas estrellas, hizistes de la desdicha tributaria la belleza. Triste yo, quien me diria ayer, quando hombres y seluas con libertad diuagaua, y mandaua con soberuia: que oy quando con blancas vrnas vertiesse la Aurora bella a los ayres oro en rayos, y a los campos plata en perlas. Yo tambien triste daria, a vn hombre estraño sujeta, lagrymas tiernas al suelo, y al viento llorosas quexas?

  • av Bram Stoker
    329,-

    Adam Salton pasó casualmente por el Empire Club de Sydney y se encontró con una carta de su tío abuelo. Poco menos de un año antes había tenido noticias del anciano caballero, Richard Salton, revelándole su parentesco y asegurándole que no había podido escribirle más pronto a causa de sus enormes dificultades en dar con el paradero de su sobrino nieto. Adam quedó muy complacido y respondió cordialmente; a menudo había oído a su padre hablar de la rama más antigua de la familia con quienes él y los suyos habían perdido el contacto hacía mucho tiempo. Había comenzado una interesante correspondencia. Adam abrió apresuradamente la carta que acababa de llegar, que contenía una amable invitación para instalars en Lesser Hill con su tío abuelo tanto tiempo como le fuera posible. «Verdaderamente, escribía Richard Salton, espero que se establezca aquí permanentemente. Usted sabe, mi querido muchacho, que nosotros somos los últimos descendientes de nuestra estirpe y sería conveniente que usted me sucediera cuando llegue el momento. En este año de 1860 voy a cumplir los ochenta y aun cuando nuestra familia es longeva, mi vida no puede prolongarse más allá de límites razonables. Estoy dispuesto a quererle y a proporcionarle un hogar junto a mí todo lo feliz que usted desee. Por lo tanto, venga tan pronto como reciba esta carta y compruebe la bienvenida que espero darle. Por si le facilitase las cosas, le envío una libranza bancaria de doscientas libras esterlinas. Venga pronto y podremos gozar juntos de algunos días felices. Si está a su alcance concederme el placer de su visita, envíeme lo antes posible una carta diciéndome cuándo debo esperarlo. Cuando llegue usted a Plymouth o Southampton, o a cualquier puerto a que esté destinado, espere a bordo, que me uniré a usted lo más pronto posible»

  • av Tirso de Molina
    329,-

    ASER: ¿Hasta cuándo ha de durar el hambre de Palestina? HERBEL: Mientras no cesa el pecar no cesa la ira divina que nos quiere castigar. Tres años ha que olvidada la tierra que esteriliza nuestra suerte desdichada, la maldición profetiza de nuestro padre heredada. Mete el hambre el mundo a saco; ni a Ceres paga el agosto, ni el fértil otoño a Baco. ASER: Herbel, sin pan y sin mosto, todo estómago anda flaco. Comíme el año primero el ganado que tenía, sin dejar macho o carnero; los bueyes maté otro día, comiéndome carne y cuero. Mis tierras después vendí y comímelas también. Por pan mis alhajas di, y la casa que en Belén tuve, también me comí. Ni ya tengo qué vender, ni el hambre su rigor doma, pues de suerte viene a ser, que si no que a mí me coma, no tengo ya que comer.

  • av Benito Perez Galdos
    329,-

    LA MARQUESA DE MALAVELLA con sus dos hijos, DANIEL y JAIME, que entran por el parque. Después GABRIELA.LA MARQUESA.- Ya estamos... ¡Ay, hijos, me habéis traído a la carrera! (Volviéndose para contemplar el paisaje.) ¡Pero qué jardín, qué vegetación! Santa Madrona es un paraíso, y el amigo Moncada vive aquí como un príncipe.JAIME.- No verás posesión como esta en todo el término de Barcelona. ¡Y qué torre, qué residencia señoril! Cuando entro en ella, eso que llamamos espíritu parece que se me dilata, como un globo henchido de gas.DANIEL.- (meditabundo.) Cuando entro en ella, la hipocondría no se contenta con roerme; me devora, me consume. (Apártase de su madre y de Jaime, y cuando estos avanzan al proscenio, vuelve hacia el fondo contemplando la vegetación.)LA MARQUESA.- ¿Y Gabriela?JAIME.- (mirando hacia el comedor.) Ahora saldrá. Está dando la merienda a los niños.LA MARQUESA.- ¿Chiquillos, aquí?JAIME.- Sí, mamá: los seis hijos de Rafael Moncada, que han sido recogidos por su abuelo.LA MARQUESA.- Es verdad... ¡Pobres huerfanitos! (Entra Gabriela en traje de casa, muy modesto, con delantal.) Gabriela, hija mía, ángel de esta casa. (La besa cariñosamente.) ¿Pero cómo te las gobiernas para atender a tantas cosas?GABRIELA.- ¡Qué remedio tengo! Ya ve usted... Estoy hecha una facha. (Quitándose el delantal.) Les he dado la merienda, y ahora van de paseo con el ama y la institutriz. (Saludando a Daniel.) Dichosos los ojos...

  • av H. G. Wells
    265,-

    El Viajero a través del Tiempo (pues convendrá llamarle así al hablar de él) nos exponía una misteriosa cuestión. Sus ojos grises brillaban lanzando centellas, y su rostro, habitualmente pálido, se mostraba encendido y animado. El fuego ardía fulgurante y el suave resplandor de las lámparas incandescentes, en forma de lirios de plata, se prendía en las burbujas que destellaban y subían dentro de nuestras copas. Nuestros sillones, construidos según sus diseños, nos abrazaban y acariciaban en lugar de someterse a que nos sentásemos sobre ellos; y había allí esa sibarítica atmósfera de sobremesa, cuando los pensamientos vuelan gráciles, libres de las trabas de la exactitud. Y él nos la expuso de este modo, señalando los puntos con su afilado índice, mientras que nosotros, arrellanados perezosamente, admirábamos su seriedad al tratar de aquella nueva paradoja (eso la creíamos) y su fecundidad. ¿Deben ustedes seguirme con atención. Tendré que discutir una o dos ideas que están casi universalmente admitidas. Por ejemplo, la geometría que les han enseñado en el colegio está basada sobre un concepto erróneo. ¿¿No es más bien excesivo con respecto a nosotros ese comienzo? ¿dijo Filby, un personaje polemista de pelo rojo.

  • av Tirso de Molina
    265,-

    DIONISIO: Éste es el sitio y la casa do asiste el cándido cuello que el cuerpo y alma se abrasa. Hizo Dios un ángel bello debajo de humana masa. Formó una excelsa escultura de tan divina hermosura, mostrando su gran poder, que se viene a conocer el Criador por la criatura. Hele dicho mi recuesta publicando mi tormento y lo que su amor me cuesta, mas es dar quejas al viento, que es recogida y honesta. Con rostro apacible y grave me dijo, "De eso se deje. No entregue al vicio la llave, porque tiene obras de hereje, aunque se muestra süave; apártese de este trato, que si le viene a entender, conocerá que es ingrato y suele caro vender, aunque le ofrece barato; y pierda la confianza, que en mí no ha de haber mudanza que en Dios he puesto la fe, y con esto alcanzaré el premio de mi esperanza." Y lo que más me atormenta, es que espero sin remedio, según he echado la cuenta, que no se podrá hallar medio que a mi voluntad consienta.

  • av Carpio
    329,-

    Macedonia, señor, su rey te llama. Ciñe la invicta y generosa frente, porque se sepa tu gloriosa fama del negro ocaso hasta el dorado Oriente; pues eres de tal tronco feliz rama, como él serás en gobernar tu gente, yo por rey te obedezco, y ruego al cielo que por tal te obedezca todo el suelo. Yo también beso tu valiente mano, que terror ha de ser en mar y en tierra, de mar y tierra, que aunque soy anciano, te prometo servir en paz y en guerra como al rey, mi señor, que algún villano en un sepulcro su valor encierra. ¡Tu padre era, señor, nada te impide! ¡Venga tu sangre, que venganza pide! Ya, queridos vasallos, que sujeto sólo me miro a mí, ya que mi mano el cetro regio goza, yo os prometo de mostrarme con todos tan humano que todos me tengáis por vuestro objeto. Premio al bueno daré, fin al tirano, y en todo cuanto pueda, siendo justo, haré, vasallos, sólo vuestro gusto. Y agora, porque, en fin, de mi grandeza todos participéis, haceros quiero merced. Efestïón, de la grandeza de almirante gozad, que así os prefiero por viejo.

  • av Alexandre Dumas
    385,-

    Cuando nos oprime el infortunio y la desdicha, no falta alguien que se nos presente con la sonrisa en los labios, esperando hacernos partícipes de ambas, si la miseria no ha concluido aún del todo el prestigio de nuestra pretérita opulencia. Es, pues, tal prestigio, el que reúne en torno de nosotros a todas las personas que nos conocieron dobladas al peso de la desgracia. La baronesa Daglars, si bien había resistido ese gran peso, congregaba aún en su palacio a los principales caballeros de Gand y poseía el gozo de oír exaltar sus doradas salas en París, como en las que se sabía acoger a todos esos impíos elegantes de tapete verde y a quienes parece que no falta nunca el oro ni la voluntad de jugar, mientras haya escaso interés en conocer su vida privada. El orgulloso espíritu de la interesante baronesa Danglars, su figura esbelta y su rostro aristocráticamente pálido, donde brillaban o languidecían dos bellos ojos negros, cuando su endurecido pecho se dilataba con la expansión de un blanco sentimiento, o se comprimía dominado por la ambición, no era lo que menos concurrencia atraía a sus salones.

  • av Nathaniel Hawthorne
    329,-

    Una multitud de hombres barbudos, vestidos de colores sombríos y llevando sombreros grises puntiagudos como agujas de campanario, junto a algunas mujeres con capuchas sobre la cabeza y otras sin sombrero, estaba congregada frente a un edificio de madera cuya puerta era de grueso roble tachonado con clavos de hierro. Los fundadores de una nueva colonia, cualquiera que sea la utopía de felicidad y virtud humana que proyecten originariamente, se dan cuenta siempre de que una de sus primeras necesidades prácticas es la de demarcar dos lotes del suelo virgen, uno para el cementerio y otro para la cárcel. De acuerdo con esta regla, puede suponerse sin temor a equivocarse que los primitivos pobladores de Boston construyeron la primera cárcel en algún lugar cerca de Cornhill, casi al mismo tiempo que trazaron el primer cementerio en las tierras de Isaac Johnson, donde se encontraba su tumba, la que más tarde vino a ser el centro de todos los sepulcros congregados en el viejo cementerio de King¿s Chapel. Lo cierto es que, unos quince o veinte años después de la fundación de la colonia, el edificio de madera de la prisión ostentaba ya las huellas del tiempo y la intemperie, lo que daba un aspecto aún más sombrío a su ceñuda y tétrica fachada. El orín, en el metal de la imponente herradura de su puerta de roble, hacía que aparentase ser más antigua que cualquier otra cosa en el Nuevo Mundo. Como todo lo que tiene que ver con el delito, daba la impresión de no haber sido nueva jamás. Ante este deslucido edificio y entre él y las feas huellas de carreta de la calle, había un trozo de prado cubierto de bardana, cizaña y manzana de Perú, y de todo tipo de malezas que, evidentemente, encontraron buena tierra en aquel terreno que desde el principio sirvió para acoger a las negras flores de una sociedad civilizada: la prisión. Pero a un lado del portal, con las raíces hundidas casi en el mismo dintel, crecía un rosal silvestre cubierto, durante este mes de junio, de delicadas joyas que podría imaginarse ofrecían su fragancia y frágil belleza al prisionero que allí entraba, lo mismo que al criminal condenado por la justicia que de allí salía a cumplir con su sentencia, como un símbolo de que el insondable corazón de la naturaleza podía compadecerlo y ser bondadoso con él.

  • av Jack London
    265,-

    Buck no leía los periódicos, de lo contrario habría sabido que una amenaza se cernía no sólo sobre él, sino sobre cualquier otro perro de la costa, entre Puget Sound y San Diego, con fuerte musculatura y largo y abrigado pelaje. Porque a tientas, en la oscuridad del Ártico, unos hombres habían encontrado un metal amarillo y, debido a que las compañías navieras y de transporte propagaron el hallazgo, miles de otros hombres se lanzaban hacia el norte. Estos hombres necesitaban perros, y los querían recios, con una fuerte musculatura que los hiciera resistentes al trabajo duro y un pelo abundante que los protegiera del frío.Buck vivía en una extensa propiedad del soleado valle de Santa Clara, conocida como la finca del juez Miller. La casa estaba apartada de la carretera, semioculta entre los árboles a través de los cuales se podía vislumbrar la ancha y fresca galería que la rodeaba por los cuatro costados. Se llegaba a ella por senderos de grava que serpenteaban entre amplios espacios cubiertos de césped y bajo las ramas entrelazadas de altos álamos. En la parte trasera las cosas adquirían proporciones todavía más vastas que en la delantera. Había espaciosas caballerizas atendidas por una docena de cuidadores y mozos de cuadra, hileras de casitas con su enredadera para el personal, una larga y ordenada fila de letrinas, extensas pérgolas emparradas, verdes prados, huertos y bancales de fresas y frambuesas. Había también una bomba para -el pozo artesiano y un gran estanque de hormigón donde los chicos del juez Miller se daban un chapuzón por las mañanas y aliviaban el calor en las tardes de verano.

  • av Tirso de Molina
    329,-

  • av Tirso de Molina
    265,-

  • av Arthur Conan Doyle
    335

  • av Erckmann Chatrian
    385,-

  • av Jules Verne
    335

  • av Robert Louis Stevenson
    335

  • av Tirso de Molina
    335

  • av H. G. Wells
    329,-

  • av Rosalia de Castro
    329,-

  • av H. G. Wells
    329,-

  • av Lucio V. López
    329,-

  • av Joaquin Dicenta
    199,-

    Es la noche; noche marceña de ventisca que empuja por la atmósfera partículas de la nieve acaperuzada sobre los cabezos serranos. El viento gruñe entre los matorrales. Son gruñidos amenazadores los suyos, como de alimaña salvaje pronta al mordisco y al garrazo. La deshelada hízose torrente, y baja, revolviendo espumas, por las peñas. Romeros y cantuesos llenan el espacio de fragancias. El chaparro se yergue en la obscuridad con atlética rechonchez; la encina abre a las tinieblas sus brazos; en ellos lucen como joyería topaciesca los ojos de los búhos. Lejos aúlla el lobo las canciones de su hambre. Los mastines respóndenlas con su ladrido, escarbando la tierra y sacudiendo las carlancas.Pájaros de la noche aletean brujescamente bajo el cielo que las nubes entoldan. Abrense éstas de raro en raro, para descubrir cachos azules claveteados con estrellas. A las veces se oye un golpe sordo; ecos suyos vibran por la negrura: es piedra, desprendida de lo alto, que busca fondo en los abismos. Otras veces suena algo así como un quejido: rama es que se desgajó en el amoroso robledal.

  • av Jack London
    329,-

    ¿Pero no puedes hacerlo, sabes, ¿me decían los amigos a quienes había pedido ayuda para sumergirme en el East End de Londres. ¿Sería mejor que pidieras consejo a la policía, ¿añadían, después de pensarlo y de esforzarse en adaptarse al proceso psicológico de un loco que había llegado hasta ellos con mejores credenciales que cerebro. ¿Pero yo no quiero ir a la policía ¿protesté¿. Lo que deseo es descender al East End y ver las cosas por mí mismo. Pretendo averiguar cómo viven esas gentes, por qué viven allí, y para qué viven. En resumen, voy a vivir allí. ¿ ¡Tú no quieres vivir allí! ¿decían todos con gestos desaprobatorios¿. ¡Dicen que hay lugares donde la vida de un hombre no vale ni dos peniques! ¿Ésos son exactamente los lugares que quiero ver ¿insistí. Dorset Street, Spitalfields. La peor calle de Londres. ¿Pero no puedes ¿era la consabida respuesta. ¿No he venido a veros para eso ¿dije secamente, un poco incomprensión¿. Soy forastero y quiero que me contéis lo que End para saber por dónde empezar. ¿No sabemos nada del East End. Simplemente está por parte ¿y hacían un gesto vago con la mano en dirección hacia ocasiones se veía ascender el sol. ¿Entonces, iré a Cook¿s ¿anuncié.

  • av Robert Louis Stevenson
    335

    Cierta tarde, muy avanzada ya la primavera, se oye en hora desusada la campana de Moat House, en Tunstall. Desde las cercanías hasta los más apartado rincones, en el bosque y en los campos que se extendían a lo largo del río, comenzaron las gentes a abandona sus tareas para correr hacia el sitio de donde procedía el toque de alarma, y en la aldea de Tunstall un grupo de pobres campesinos se preguntaba asombrado a qué se debería la llamada. En aquella época, que era la del reinado de Enrique VI, el aspecto que presentaba la aldea de Tunstall era muy parecido al que actualmente tiene. No pasarías de unas veinte las casas, toscamente construidas con madera de roble, que se hallaban esparcidas por el extenso y verde valle que ascendía desde el río. Al pie de aquél, el camino cruzaba un puente y, subiendo por el lado opuesto, desaparecía en los linderos del bosque, hasta llegar a Moat House, desde donde continuaba hacia la abadía de Holywood. Hacia la mitad de camino se alzaba la iglesia rodeada de tejos. A ambos lados, limitando el paisaje y coronando las montañas se encontraban los verdes olmos y los verdeantes robles del bosque. Sobre una loma inmediata al puente se erguía una cruz de piedra, a cuyo alrededor se había reunido un grupo ¿media docena de mujeres y un mozo alto vestido con un sayo rojizö discutiendo acerca de lo que podía anunciar el toque de rebato. Media hora antes, un mensajero había cruzado la aldea, con tal prisa que apagó la sed con un jarro de cerveza sin desmontar siquiera del caballo, tan urgente era su mensaje. Mas ni él mismo sabía de qué se trataba; únicamente, que llevaba pliegos sellados de sir Daniel Brackley para sir Oliver Oates, el párroco encargado de cuidar de Moat House en ausencia del dueño.

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