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Minnen

Här finner du memoarer och berättelser från andra människors liv, viktiga lärdomar och goda råd. Vårt urval av böcker om dessa minnen är en samling resor som vi människor tar genom livet. Det handlar om hur sådana resor påverkar oss och vad vi kan göra för att uppleva mer frihet. Böckerna är otroligt innehållsrika med helt olika kulturella bakgrunder, och de kan ge dig inblick i sällsynta resor som många måste ha tur för att få uppleva.
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  • av Alexandre Dumas
    335

    El día 15 de agosto de 1769 nació en Ajaccio un niño que recibió de sus padres el nombre de Buonaparte y del cielo el de Napoleón. Los primeros días de su juventud transcurrieron en medio de la agitación febril propia que sigue a las revoluciones. Córcega, que desde hacía medio siglo soñaba con la independencia, acababa de ser en parte conquistada y en parte vendida; no se había librado de la esclavitud de Génova sino para caer en poder de Francia. Paoli, vencido en Pontenuovo, iba a buscar con su hermano y sus sobrinos un asilo en Inglaterra, donde Alfieri le dedicó su Timoleone. El aire que el recién nacido respiró estaba impregnado de los odios civiles y la campana que resonó en su bautismo parecía vibrar aún con los últimos toques de alarma. Carlos de Buonaparte, su padre, y Leticia Ramolino, su madre, ambos de raza patricia y oriundos de San Miniato, ese pueblo encantador que domina desde su colina la ciudad de Florencia, tras una larga relación de amistad con Paoli, habían decidido abandonar su partido, declarándose a favor de la influencia francesa. De esta manera no tuvieron problema para obtener la protección de M. de Marb¿uf, que volvía como gobernador a la isla donde diez años antes había entrado como general, consiguiendo que el joven Napoleón pudiera ingresar en la Escuela Militar de Brienne. La petición acabó siendo admitida y algún tiempo después, M. Berton, subdirector del colegio, dejaba escrito en sus registros la nota siguiente: Hoy, día 23 de abril de 1779, Napoleón de Buonaparte ha ingresado en la Real Escuela Militar de Brienne-le-Château, a la edad de nueve años, ocho meses y cinco días.

  • av Emilia Pardo Bazan
    265,-

    Si el entresuelo que habitan en Madrid doña Aurora Nogueira de Pardiñas y su hijo único Rogelio no es ni de los menos obscuros ni de los mas espaciosos, tiene en desquite la ventaja inestimable de encontrarse sito en la calle Ancha de San Bernardo, tan frontero a la Universidad Central, que, hablando en plata, aquello es vivir en la Universidad misma. Encajada la señora dentro de su butaca de gutapercha, en el rincón de la ventana, mientras crece y mengua su labor de calceta sin mirarla una sola vez, sigue los pasos al adorado chiquillo, y en cierto modo, salvando la distancia de la calle y calando el espesor de las paredes, le acompaña hasta el aula misma. Le ve entrar; al salir observa si se detiene en algún grupo, y con quién charla, y cómo se ríe; conoce a todos los camaradas, a los amigotes, a los antipáticos, a los estudiosos, a los holgazanes, a los asiduos, a los que hacen rabona casi siempre. También está familiarizada con las caras de los profesores, y estudia su continente y su modo de responder al saludo de los discípulos, sacando de los signos exteriores importantes consecuencias psicológicas, relacionadas con el problema de los exámenes. ¿« ¡Ay! Allí viene ya el viejiño Contreras, el de Procedimientos. ¡Qué afable!... ¡Qué cara de santo! Anda despacito el pobre... bien se nota que padece reuma articular, como yo. ¡Malpecado! Me es simpático por eso. No, y sobre todo, porque sé que es blando y que le ha de dar a Rogelio un aprobado como una casa. Ahora sale Ruiz del Monte, tan almidonado y tan engreído. Parece todo él hecho de una pieza. ¡Pobres de nos! Con éste no valen empeños, ni influencias, ni... Arre que le han de saber los chicos la asignatura tan bien como él. Pues para eso, que les deje a ellos la catedra... y la paga. ¡Ay! Ahí tenemos al señor de Lastra. Jorobadito es un poco. ¡Qué gracia, las caricaturas que los muchachos le sacan en clase! Y se pasa de campechano. Ahí está pegándole palmadas en el hombro a Benito Díaz, el amigacho de Rogelio. Me parece uno de esos señores que dejan rodar el mundo. Bendito él sea. No sé qué se saca de disgustar a las familias y crucificar a los pobres rapaces.»

  • av Werner Kronenberg
    325,-

    Der Autor Werner Kronenberg (Jg. 1953) berichtet in diesem Buch von einer viermonatigen Reise mit dem Schiff um die Südhalbkugel.Es handelt sich nicht um einen klassischen Reisebericht, sondern um eine strukturierte, z.T. satirische Analyse des klassischen Kreuzfahrtbetriebes. Der Titel erschließt sich dabei auf überraschende Weise: die "Wilden" sind nicht immer da, wo wir sie vermuten...An ausgewählten Destinationen werden enttäuschte Erwartungen ebenso geschildert wie z.T. überraschende persönliche Highlights.Das Buch ist auch ein Plädoyer für entschleunigtes Reisen und eine Liebeserklärung an die Unendlichkeit der Ozeane, ihr vielschichtiges Blau im Zusammenspiel von Wasser und Licht und an den ewigen, wogenden Sound des Meeres in diesen schrillen, aufgeregten Zeiten.

  • av Stefan Zweig
    335

    Cuando un hombre sagaz, pero no particularmente valiente, se encuentra con otro más fuerte que él, lo más prudente que puede hacer es hacerse a un lado y esperar, sin sonrojarse, a que el camino quede libre. Marco Tulio Cicerón, que fue en su tiempo el principal humanista del reino de Roma, maestro de oratoria y defensor del derecho, consagró durante treinta años sus energías al servicio de la ley y al mantenimiento de la República; sus discursos están cincelados en los anales de la historia y sus obras literarias forman un constituyente esencial en la lengua latina. En Catilina combatió la anarquía; en Verres denunció la corrupción; en los victoriosos generales percibió la amenaza de la dictadura y, al atacarlos, se acarreó su enemistad; su tratado De República fue largo tiempo considerado como la descripción mejor y más ética de la forma ideal del Estado. Pero ahora debía encontrarse con un hombre más fuerte que él. Julio César, a cuya elevación él (contando con más años y más renombre) contribuyó al principio confidencialmente, había utilizado, de la noche a la mañana, las legiones gálicas para conquistar el dominio supremo en Italia. Poseyendo César el mando absoluto de las fuerzas militares, le bastó simplemente alargar su mano para asir la corona regia que Marco Antonio le ofreció ante el populacho reunido.

  • av José María Blanco White
    265,-

    Las noticias más antiguas que tenemos de Inglaterra o Gran Bretaña (llamada así por distinguirla de la provincia de Francia del mismo nombre) son las que nos han dejado los Romanos. Julio César, habiéndose apoderado de lo que ahora llamamos Francia, y antes, Gallia o Gaula, pasó el angosto canal que separa los dos reinos, y venciendo a los semibárbaros que en vano se oponían al valor y disciplina militar de los Romanos, añadió una provincia más a aquel vasto imperio.La condición y estado de los Britanos en el interior de la isla era muy semejante a la de salvajes que empiezan a sujetarse a leyes religiosas en el estado de pastores, que es el segundo paso en la carrera de la civilización. Vivían en chozas con techos pajizos y se mantenían de leche y carnes de sus grandes rebaños. Eran también aficionados a la caza, que abundaba en los montes. Las pieles de los animales que mataban les servían de vestidos para el tronco del cuerpo; los brazos, piernas y muslos no tenían otra cubierta o adorno que un tinte azul sobre el mismo cutis. Dejábanse crecer la cabellera, que caía libre sobre la espalda y los hombros; la barba, por el contrario, llevaban cortada a raíz, a no ser sobre el labio superior como los soldados en nuestros tiempos.

  • av Felipe Trigo
    265,-

    -Adiós, Marqués.-Adiós, Rojas. Cinco, miraron. El «¡Caramba, un marqués!»- pensó Marqués que debieron pensar ellas.Pero, además, sí fuesen ellas marquesas, debieron también preguntarse: -«Pues... ¿quién será este marqués?»Nada..., vanidad en que ponía él la parte más pequeña. Para darse ante la gente el lustre de tratar a «un título», a sus amigos les placía llamarle por el segundo apellido, en lugar de Aurelio, o Luque, que estaban antes.Siguió escribiendo.Las damas siguieron tomando su té, por las mesas inmediatas.La sala era elegante, severa, con su escasa concurrencia que dejaba en la puerta los coches. No parecía lo más propio venirse a escribir cantatas, como a un café cualquiera, a este Ideal Room aristocrático. Sin embargo, su ambiente tibio, confortable, en estas tardes frías, principalmente, gustable a Aurelio.

  • av Gabriel Miró
    265,-

    Desde el primer puente del buque contemplaba Félix la lenta ascensión de la luna, luna enorme, ancha y encendida como el llameante ruedo de un horno. Y miraba con tan devoto recogimiento, que todo lo sentía en un santo remanso de silencio, todo quietecito y maravillado mientras emergía y se alzaba la roja luna. Y cuando ya estuvo alta, dorada, sola en el azul, y en las aguas temblaba gozosamente limpio, nuevo, el oro de su lumbre, aspiró Félix fragancia de mujer en la inmensidad, y luego le distrajo un fino rebullicio de risas. Volvióse, y sus ojos recibieron la mirada de dos gentiles viajeras cuyos tules blancos, levísimos, aleteaban sobre el pálido cielo. Se saludaron, y pronto mantuvieron muy gustoso coloquio, porque la llaneza de Félix rechazaba el enfado o cortedad que suele haber en toda primera plática de gente desconocida. Cuando se dijeron que iban al mismo punto, Almina, y que en esta misma ciudad moraban, admiróse de no conocerlas, siendo ellas damas de tan grande opulencia y distinción. Es verdad que él era hombre distraído, retirado de cortesanías y toda vida comunicativa y elegante. -Tampoco nosotras -le repuso la que parecía más autorizada por edad, siendo entrambas de peregrina hermosura- sabemos de visitas ni de paseos. Yo nunca salgo, y mi hija sólo algunas veces con su padre. Y entonces nombró a su esposo: Lambeth, un naviero inglés, hombre rico, enjuto de palabra y de carne, rasurado y altísimo. Félix lo recordó fácilmente.

  • av Felipe Trigo
    265,-

    Como el otro, yo quisiera poder ser:entre señores, señor, y allá entre los reyes, rey.Mas no puedo.Comprendo que siempre me falta o me sobra algo para estar adecuadamente entre las gentes.Aquí, por ejemplo, delante de mi novia, delante de mi Inés.¿Me sobra? ¿Me falta?No lo sé.Probablemente, ambas cosas a un tiempo.Me falta un poco de vergüenza, y me sobra este ansioso pensar en mí... señora de esta noche.Tengo prisa. Tengo verdadera impaciencia por oir las siete y porque se acabe este té. Un coche. Jala me estará esperando. Estará encendida la chimenea de leña en mi salón, y la mesa.Me distraigo. Háblame mi novia, y pienso en Jala. Jala debe de estar allí desde hace media hora. La mesa y la lumbre, elegantísima, alzadas quizá las sedas de sus faldas para calentarse mejor los pies tendidos hacia el fuego. Juraría que se aburre, que bosteza, y que está tirada atrás en el respaldo, sin haberse quitado aún la suelta capa turca, color fresa... ¡Cómo sabe que es rubia, la ladrona!

  • av Ovidio
    335

    Antes del mar y de las tierras y, el que lo cubre todo, el cielo, uno solo era de la naturaleza el rostro en todo el orbe, al que dijeron Caos, ruda y desordenada mole y no otra cosa sino peso inerte, y, acumuladas en él, unas discordes simientes de cosas no bien unidas. Ningún Titán todavía al mundo ofrecía luces, ni nuevos, en creciendo, reiteraba sus cuernos Febe, ni en su circunfuso aire estaba suspendida la tierra, por los pesos equilibrada suyos, ni sus brazos por el largo margen de las tierras había extendido Anfitrite, y por donde había tierra, allí también ponto y aire: así, era inestable la tierra, innadable la onda, de luz carente el aire: ninguno su forma mantenía, y estorbaba a los otros cada uno, porque en un cuerpo solo lo frío pugnaba con lo caliente, lo humedecido con lo seco, lo mullido con lo duro, lo sin peso con lo que tenía peso.

  • av Emilia Pardo Bazan
    329,-

    A mí me han puesto de mote el Abad. En esta Marineda tienen buena sombra para motes, pero en el mío no cabe duda que estuvieron desacertados. ¿Qué intentan significar con eso de Abad? ¿Que soy regalón, amigo de mis comodidades, un poquito epicúreo? Pues no creo que estas aficiones las hayan demostrado los abades solamente. Además, sospecho que el apodo envuelve una censura, queriendo expresar que vivo esclavo de los goces menos espirituales y atendiendo únicamente a mi cuerpo. Para vindicarme ante la posteridad, referiré, sin quitar punto ni coma, lo que soy y cómo vivo, y daré a la vez la clave de mi filosofía peculiar y de mis ideas.Yo friso en los treinta y cinco años, edad en que, si no se han perdido enteramente las ilusiones, al menos los huesos empiezan a ponerse durillos, y vemos con desconsoladora claridad la verdadera fisonomía de las cosas. -En lo físico soy alto, membrudo, apersonado, de tez clara y color mate, con barba castaña siempre recortada en punta, buenos ojos, y anuncios apremiantes de calvicie que me hacen la frente ancha y majestuosa. En resumen, mi tipo es más francés que español, lo cual justifican algunas gotas de sangre gala que vienen por el lado materno. -He formado costumbre de vestir con esmero y según los decretos de la moda; mas no por eso se crea que soy de los que andan cazando la última forma de solapa, o se hacen frac colorado si ven en un periódico que lo usan los gomosos de Londres. Así y todo, mi indumentaria suele llamar la atención en Marineda, y se charló bastante de unos botines blancos míos. Lo atribuyo a que en las personas de amplias proporciones y que se ven de lejos, es más aparente cualquier novedad. Mis botines blancos tenían las dimensiones de una servilleta.

  • av Fiodor Dostoïevski
    265,-

    Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele. Ni me cuido ni me he cuidado nunca, pese a la consideración que me inspiran la medicina y los médicos. Además, soy extremadamente supersticioso... lo suficiente para sentir respeto por la medicina. (Soy un hombre instruido. Podría, pues, no ser supersticioso. Pero lo soy.) Si no me cuido, es, evidentemente, por pura maldad. Ustedes seguramente no lo comprenderán; yo sí que lo comprendo. Claro que no puedo explicarles a quién hago daño al obrar con tanta maldad. Sé muy bien que no se lo hago a los médicos al no permitir que me cuiden. Me perjudico sólo a mí mismo; lo comprendo mejor que nadie. Por eso sé que si no me cuido es por maldad. Estoy enfermo del hígado. ¡Me alegro! Y si me pongo peor, me alegraré más todavía.

  • av Benito Perez Galdos
    329,-

    En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, doy principio a la historia de una parte muy principal de mi vida; quiero decir que empiezo a narrar la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes, por los cuales pasé en poco tiempo, desde el más oscuro antro de las regias covachuelas, a calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla.Abran los oídos y escuchen y entiendan cómo un varón listo y honrado podía medrar y sublimarse por la sola virtud de sus merecimientos, sin sentar el pie en los tortuosos caminos de la intriga, ni halagar lisonjero las orejas de los grandes con la música de la adulación, ni poner tarifa a su conciencia o vil tasa a su honor, cual suelen hacer los menguados ambiciosillos del día, después que las sanas costumbres, la modestia, la sobriedad y la cristiana mansedumbre han huido avergonzadas del mundo, y son tan míseros de virtud los tiempos, que no se encuentra un hombre de bien aunque den por él medio millón de pícaros vividores.

  • av Federico Garcia Lorca
    265,-

    MOSQUITO. ¡Hombres y mujeres! Atención. Niño, cierra esa boquita, y tú, muchacha, siéntate con cien mil de a caballo. Callad, para que el silencio se quede más clarito, como si estuviese en su misma fuente. Callad para que se asiente el barrillo de las últimas conversaciones. (Tambor.) Yo y mi compañía venimos del teatro de los burgueses, del teatro de los condeses y de los marqueses, un teatro de oro y cristales, donde los hombres van a dormirse y las señoras... a dormirse también. Yo y mi compañía estábamos encerrados. No os podéis imaginar qué pena teníamos. Pero un día vi por el agujerito de la puerta una estrella que temblaba como una fresca violeta de luz. Abrí mi ojo todo to que pude -me lo quería cerrar el dedo del viento- y bajo la estrella, un ancho río sonreía surcado por lentas barcas. Entonces yo avisé a mis amigos, y huimos por esos campos en busca de la gente sencilla, para mostrarles las cosas, las cosillas y las cositillas del mundo; bajo la luna verde de las montañas, bajo la luna rosa de las playas. Ahora que sale la luna y las luciérnagas huyen lentamente a sus cuevecitas, va a dar comienzo la gran función titulada Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita... Preparaos a sufrir el genio del puñeterillo Cristóbal y a llorar las ternezas de la señá Rosita que, a más de mujer, es una avefría sobre la charca, una delicada pajarita de las nieves. ¡A empezar! (Hace mutis, pero vuelve corriendo.) Y ahora... ¡viento!: abanica tanto rostro asombrado, llévate los suspiros por encima de aquella sierra y limpia las lágrimas nuevas en los ojos de las niñas sin novio.

  • av Félix María de Samaniego
    265,-

    A vosotros mi memoria se dirige solamente. Aquí matan a la gente: por médicos, a la gloria. Como quien cuenta una historia, de los de la tierra quiero pintar las gracias y esmero; y así digo, verdad hablo, que ellos hacen, como el diablo: van a tentar, lo primero.¡Qué bueno fuera invertir los nombres de los pulsantes! Llámenles agonizantes, pues ayudan a morir. Tal es el matar o herir de los doctores presentes, lo ha sido de los ausentes, y será de los futuros. Sacadnos de estos apuros, sino requiescant las gentes.Los médicos de mil modos nos suelen mortificar; ¿y les hemos de aguantar, que nos jeringuen a todos? Lo que alabo sin apodos es, que no traten engaño; pues para evitar el daño, cause o no cause escozor, es el remedio mejor dar a tiempo un desengaño.Los doctores son los barcos de Aqueronte, horrible y fuerte, satélites de la muerte, y de su cuadro los marcos; del Leteo fieros arcos, por donde, según discierno, si Dios, tan piadoso y tierno, no usase de su bondad, a toda la humanidad pasara aquél al infierno. A bien que ya lo veis vos: el doctor, pesado yugo, es el humano verdugo en el tribunal de Dios. Más crueles que la tos, su seriedad les destina, y su rigor les inclina, sean hábiles o zotes, a que nos den los azotes de la Justicia Divina. Pero lo más singular es, si se llega a advertir, que maten para vivir, y que vivan de matar. Es digno de celebrar, cuando un médico inhumano en un récipe villano, sacude una cuchillada: verle tirar la pedrada, y luego esconder la mano.

  • av Fernán Caballero
    265,-

    A dos leguas de la orilla del mar, sobre la plataforma de una colina, se asienta Jerez, rico, robusto y predilecto hijo de Baco y de Ceres. Rodéanle como un soberbio cinturón sus famosas viñas, cuidadas como princesas, y sus campos de trigo, cuyas cañas inclinan sus doradas cabezas. Extiende sus inmensos Propios por las comarcas cercanas, que murmuran de esta invasión del coloso rural, y pierde la cuenta de sus montes, como un potentado.Jerez, noble como el que más, lleva al frente el precioso y bien conservado castillo moruno, perteneciente a la ilustre familia de los Villavicencios, y que ha sido testigo de tantas hazañas; conserva anales que forman páginas de oro en la historia de España; ostenta suntuosos templos, obras magnas de la fe, obras maestras del arte, y ve con dolor a su lado desmoronarse su magnífica Cartuja, admiración de cuantos la vieron viva, dolor y escándalo de cuantos la ven cadáver!

  • av Benito Perez Galdos
    329,-

    Sala en el palacio de Alto-Rey. El soberbio artesonado es el único vestigio de la antigua magnificencia. Las paredes desnudas; el mueblaje moderno, poco elegante; algunas piezas, ordinarias. Puerta al fondo y a la derecha. A la izquierda, ventana o balcón. Cerca de éste una mesa de escribir. A la derecha, sillón de respeto, sillas. Es de día.Escena PrimeraCirila, arreglando y limpiando los muebles; Corral, El Pocho, que entran por el fondo. Corral viste con afectación y mal gusto, ostentando brillantes gordos en la pechera, cadena de reloj muy llamativa y sortijas con piedras de valor.Pocho. ¿Dan su permiso? Cirila. Adelante. Corral. ¿No han vuelto de misa los señores? Cirila. No tardarán. (Displicente.) ¡Vaya, otra vez aquí estos moscones!5 Pocho. Otra vez, y cien más, hasta que... Corral. Perdone la señora Cirila, yo no vengo a cobrar.Cirila. Viene a fisgonear, que es peor, y a meter sus narices en las interioridades de la casa...10Corral. Ea, no despotrique, señora. Cirila. (Aparte.) ¡Farsante!Pocho. Yo no hago papeles. Vengo por el aquél de mi propio derecho. (Saca un papel y lo muestra.) El Sr. D. Pedro de Guzmán, Marqués de Alto-Rey y15 de San Esteban de Gormaz, es en deber a Francisco Muela, apodado El Pocho, la cantidad de...Cirila. Basta.

  • av Friedrich Nietzsche
    329,-

    La voluntad de verdad, que todavía nos seducirá a correr más de un riesgo, esa famosa veracidad de la que todos los filósofos han hablado hasta ahora con veneración: ¡qué preguntas nos ha propuesto ya esa voluntad de verdad! ¡Qué extrañas, perversas, problemáticas preguntas! Es una historia ya larga, ¿y no parece, sin embargo, que apenas acaba de empezar? ¿Puede extrañar el que nosotros acabemos haciéndonos desconfiados, perdiendo la paciencia y dándonos la vuelta impacientes? ¿El que también nosotros, por nuestra parte, aprendamos de esa esfinge a preguntar? ¿Quién es propiamente el que aquí nos hace preguntas? ¿Qué cosa existente en nosotros es lo que aspira propiamente a la «verdad»? De hecho hemos estado detenidos durante largo tiempo ante la pregunta que interroga por la causa de ese querer, hasta que hemos acabado deteniéndonos del todo ante una pregunta aún más radical. Hemos preguntado por el valor de esa voluntad. Suponiendo que nosotros queramos la verdad: ¿por qué no, más bien, la noverdad? ¿Y la incertidumbre? ¿Y aun la ignorancia? El problema del valor de la verdad se plantó delante de nosotros, ¿o fuimos nosotros quienes nos plantamos delante del problema? ¿Quién de nosotros es aquí Edipo? ¿Quién Esfinge? Es éste, a lo que parece, un lugar donde se dan cita preguntas y signos de interrogación. ¿Y se creería que a nosotros quiere parecernos, en última instancia, que el problema no ha sido planteado nunca hasta ahora, que ha sido visto, afrontado, osado por vez primera por nosotros? Pues en él hay un riesgo, y acaso no exista ninguno mayor.

  • av Mary Wollstonecraft
    265,-

    Los males de la mujer, como los de los sectores oprimidos de la humanidad, se han de considerar necesarios por parte de sus opresores, pero seguramente hay mujeres que se atreverán a adelantarse a su tiempo y a certificar que mis bosquejos no son el engendro de una mente trastornada ni los trazos enérgicos de un corazón herido. Al escribir esta novela he preferido retratar pasiones antes que costumbres. En muchos casos, podría haber dado a las escenas un carácter más dramático si hubiera sacrificado mi objetivo principal: el deseo de mostrar el sufrimiento y la opresión, exclusivos de las mujeres, que se derivan de unas leyes y costumbres sociales partidistas. En la invención de esta historia, esta idea puso freno a mi fantasía y por ello este relato debería considerarse como la historia de la mujer, más que la de un individuo concreto. He tratado de que los sentimientos se encarnasen. En muchas obras de este tipo, al héroe se le permite comportarse como un ser mortal y convertirse en sabio, feliz y virtuoso a través de una serie de acontecimientos y circunstancias. Las heroínas, por el contrario, han de nacer inmaculadas y actuar como diosas de la sabiduría, impecables minervas nacidas de la cabeza de Júpiter.

  • av José Zorrilla
    265,-

    El padre y el hijo Dicen que en una ocasión (el año no hace a la esencia del hecho) había en Palencia un tal don Juan de Alarcón. No era de Palencia el tal, mas su padre residía allí, porque allí tenía crecidísimo caudal. Gil era el nombre del padre, viudo desque Juan vivió, pues el muchacho nació dando la muerte a su madre. Adoraba el buen don Gil en su hijo, y era don Juan el mancebo más galán, más generoso y gentil que en Palencia se encontraba; siempre de amigos cercado, siempre de ellos festejado, puesto que él siempre pagaba. Ello es cierto que por más que el padre le amonestó, un libro jamás abrió ni oyó un maestro jamás. Pero en cambio era el mejor que había en todo Palencia para armar una pendencia o enmarañar un amor. Arrinconaba a un maestro tirando la espada negra, y dicen que fue a Consuegra a desafiar a un diestro, y sacándolo a reñir matóle y tomó a su dama, con lo cual creció su fama lo imposible de decir. Iba, pues, todos los días en auge, con sus extrañas y turbulentas hazañas hechas en las cercanías. Pues, aunque áspero de genio e indolente, el tal don Juan era mozo muy galán y de ventajado ingenio.

  • av Federico Garcia Lorca
    329,-

    Pero, ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía. Aquí está: mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura. Yo comprendo todas las poéticas; podría hablar de ellas si no cambiara de opinión cada cinco minutos. No sé. Puede que algún día me guste la poesía mala muchísimo, como me gusta (nos gusta) hoy la música mala con locura. Quemaré el Partenón por la noche para empezar a levantarlo por la mañana y no terminarlo nunca. En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios -o del demonio-, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema.

  • av Jose Echegaray
    329,-

    DOÑA CONCEPCIÓN, asomada a la galería y mirando al jardín; después, un CRIADO y DON LORENZO.CONCEPCIÓN.-¡Esa criatura!... ¡Matilde!... ¡Matilde!... (Llamando.) No puede estar sin hacer daño. Cuando no es a las personas, es a los animales. Y si fuera una niña, tendría disculpa; todo niño es un salvaje en miniatura. Pero a su edad, ¡a los veintiséis años cumplidos!, no poder dominar ese espíritu de destrucción.Pues no puede. ¡Matilde! No me oye. Empeñada en descomunal batalla con mi pobre gatito, y persiguiéndole por todo el jardín, porque dice que se come los pajaritos. (Viniendo al primer término.) ¡Ay, qué cruz! ¿Cuándo encontraremos un ser misericordioso que se la lleve?CRIADO.-(Anunciando desde la galería.) ¡Don Lorenzo Tristán! CONCEPCIÓN.-Que entre. ¡Este hubiera podido ser el ser misericordioso que yo busco! Pero ella no quiso. Porque, eso sí, caprichosa, vanidosa y envidiosa como ninguna. (Entra DON LORENZO por la galería.) ¡Mi querido don Lorenzo!

  • av Ramón de la Cruz
    265,-

    MEDIODIENTE O te he de echar las tripas por la boca o hemos de ver quien tiene la peseta.SABASTIÁN Aguarda, Mediodiente.TÍA Pues ¿qué es esto? CHIRIPA ¿Cómo no miran quién está a la puerta de la taberna y salen con más modo, y no que por un tris no van la mesa y las castañas con dos mil demonios? MEDIODIENTE Los héroes como yo, cuando pelean, no reparan en mesas ni en castañas. TÍA Yo te aseguro... CHIRIPA SABASTIÁN Moderaos, princesa, pues, si no me equivoco, el tío Matute con su gente y sus armas ya se acerca,

  • av Friedrich Engels
    265,-

    Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes. No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.De este hecho se desprenden dos consecuencias: La primera es que el comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.La segunda, que es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido.Con este fin se han congregado en Londres los representantes comunistas de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa.

  • av Jonathan Swift
    335

    Mi padre tenía una pequeña hacienda en Nottinghamshire. De cinco hijos, yo era el tercero. Me mandó al Colegio Emanuel, de Cambridge, teniendo yo catorce años, y allí residí tres, seriamente aplicado a mis estudios pero como mi sostenimiento, aun siendo mi pensión muy corta, representaba una carga demasiado grande para una tan reducida fortuna, entré de aprendiz con míster James Bates, eminente cirujano de Londres, con quien estuve cuatro años, y con pequeñas cantidades que mi padre me enviaba de vez en cuando fui aprendiendo navegación y otras partes de las Matemáticas, útiles a quien ha de viajar, pues siempre creí que, más tarde o más temprano, viajar sería mi suerte. Cuando dejé a míster Bates, volví al lado de mi padre allí, con su ayuda, la de mi tío Juan y la de algún otro pariente, conseguí cuarenta libras y la promesa de treinta al año para mi sostenimiento en Leida. En este último punto estudié Física dos años y siete meses, seguro de que me sería útil en largas travesías. Poco después de mi regreso de Leida, por recomendación de mi buen maestro míster Bates, me coloqué de médico en el Swallow, barco mandado por el capitán Abraham Panell, con quien en tres años y medio hice un viaje o dos a Oriente y varios a otros puntos. Al volver decidí establecerme en Londres, propósito en que me animó míster Bates, mi maestro, por quien fui recomendado a algunos clientes. Alquilé parte de una casa pequeña en la Old Jewry y como me aconsejasen tomar estado, me casé con mistress Mary Burton, hija segunda de míster Edmund Burton, vendedor de medias de Newgate Street, y con ella recibí cuatrocientas libras como dote.

  • av José María Blanco White
    265,-

    Bien quisiera yo, amigos lectores españoles, tener la pluma de Cervantes para con ella ganar vuestra benevolencia en favor de la narración que me propongo escribir. Pero, aunque el mismo suelo y cielo vieron nacer al célebre ingenio que ha sido y será por siglos la admiración de Europa y al oscuro individuo que esto escribe, la naturaleza dotó al uno con sus mejores dones y dejó al otro, si no desheredado enteramente, a lo más con un corto patrimonio en la república de las letras. Añádase a esto una ausencia de treinta años que casi lo han hecho extranjero en su patria, y no será difícil conjeturar con qué poca confianza emprende, enfermo y casi moribundo, la composición de una obra en español.Pronto, me temo, vendrán muchos a preguntarme: ¿por qué la emprendes? A esta pregunta responderé diciendo que la naturaleza es más poderosa que la costumbre y que es ley bien conocida de la condición humana que, a medida que envejecemos, se rejuvenecen las impresiones de la niñez y de los verdes años. Nada, paisanos míos: me empecé a convencer, algunos años ha, que había entrado dentro de los términos de la vejez con el perpetuo revivir que noté en mí de imágenes y memorias españolas. Hasta mis sueños, que por muchos años habían sido, por decirlo así, en mi lengua adoptiva, comenzaron a mezclar con el otro idioma el castellano. Desde entonces he sentido un vivo deseo de probar si el cielo me concedería, en el corto espacio que me puede quedar de vida, la satisfacción de dejar siquiera una obrita a España en que sus hijos hallasen tal cual entretenimiento unido con algún provecho.

  • av Francisco de Quevedo
    329,-

    Refiérese, no sé si por modo de cuento gratioso y ficticio, que estando una vez muy enfermo un soldado muy preciado de cortés y ladino, entre muchas de sus oraciones, pregarias y protestaciones que hacía, finalmente vino a rematarlas diciendo: -Y Dios me libre de las manos del señor Diablo-, tratándole siempre con esta cortesía todas las veces que le nombraba. Reparó en esto último uno de los circunstantes, preguntándole juntamente luego por qué llamaba señor al diablo, siendo la más vil criatura del mundo. A que respondió tan presto el enfermo diciendo: -¿Qué pierde el hombre en ser bien criado? ¿Qué sé yo a quién habré de menester ni en qué manos he de dar? Digo esto, señor lector, porque supuesto que nuestra lengua vulgar, a diferencia de la latina, tiene un vuesa merced y otros varios títulos, mayormente cuando no se conoce la calidad y estado de la persona con quien se habla, por no parecer a nadie descortés, y por el consiguiente, malquisto y aborrecido de todos, me ha parecido tratar a v. m. con este lenguaje y término, bien diferente de cuantos yo he podido ver en todos los prólogos de los libros al lector escritos en romance, donde tratan a v. m. con un tú redondo, que si no arguye mucha amistad y familiaridad, por fuerza ha de ser argumento de que quien habla es superior y mandón, y a quien se habla inferior y criado.

  • av Lope de Vega
    265,-

  • av Ruben Dario
    329,-

    No se ha hecho mucho comentario sobre L¿Art en silence, de Camilo Mauclair, como era natural. ¡El «Arte en silencio», en el país del ruido! así debía ser. Y pocos libros más llenos de bien, más hermosos y más nobles que éste, fruto de joven, impregnado de un perfume de cordura y de un sabor de siglos. Al leerle, he aquí el espectáculo que se ha presentado a mi imaginación: un campo inmenso y preparado para la labor; un día en su más bello instante, y un labrador matinal que empuja fuertemente su arado, orgulloso de que su virtud triptolémica trae consigo la seguridad de la hora de paz y de fecundidad de mañana. En la confusión de tentativas, en la lucha de tendencias, entre los juglarismos de mal convencidos apóstoles y la imitación de titubeantes sectarios, la voz de este digno trabajador, de este sincero intelectual, en el absoluto sentido del vocablo, es de una transcendental vibración. No puede haber profesión de fe más transparente, más noble y más generosa.

  • av Pedro Antonio de Alarcon
    265,-

    Hace algún tiempo que mi amigo Rafael y yo, más enamorados de la muerte que de la vida, dimos un largo paseo por el mar a las altas horas de una tranquila noche de verano, sin otra compañía que la implacable luna, y rigiendo por nosotros mismos un barquichuelo del tamaño de un ataúd.Cansados de remar, y extáticos ante la solemne calma de la Naturaleza, acabamos por abandonar el bote a merced de las olas, confiando en la mansedumbre con que lo acariciaban, o más bien en nuestra mala suerte, que parecía decidida a no ayudarnos a morir.Rafael había cantado una patética barcarola, y cuya letra decía de este modo:«Boga, boga sin recelo, Del remo al impulso blando, Como las almas bogando Van desde la tierra al cielo. Boga, que el viento no zumba Y la mar se duerme en calma; Boga, como boga el alma Desde la cuna a la tumba.»Esta sencilla canción había aumentado la tristeza que nos devoraba; tristeza que en él era ingénita o consubstancial, y que a mí me habían comunicado los libros románticos, algunos hombres sin creencias y las esquiveces de la fortuna...

  • av Bertrand Russell
    265,-

    ¿Existe algún conocimiento en el mundo que pueda ser tan cierto que ningún hombre razonable pueda dudar de él? Esta pregunta, que a primera vista puede no parecer difícil, es realmente una de las más complicadas que se pueden hacer. Cuando nos damos cuenta de los obstáculos que hay para dar una respuesta directa y confiable a esta pregunta, estamos ya en el camino del estudio de la filosofía ¿ porque la filosofía es, simplemente, el intento de dar respuesta a ese tipo de preguntas, sin premura y sin dogmatismos, tal como se hace en la vida común e inclusive en las ciencias, sino críticamente, después de explorar todo lo que hace de esas preguntas un verdadero rompecabezas y después que nos hayamos percatado de toda la vaguedad y la confusión en las que se basan nuestras ideas comunes.

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